Romeo y Julieta, un breve análisis de sus personalidades.

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¿Cuantas veces he escuchado el nombre de esta pareja y cuantas veces he visto alguna adaptación cinematográfica y hasta películas para niños como Gnomeo y Julieta?  Creo que es la historia de amor que siempre ha estado presente en mi memoria desde que tengo uso de razón, desafortunadamente, nunca me había dado a la tarea de leer la obra original y debo de aceptar que mi falta de interés ha sido la causa de privarme de una excelente obra literaria.

Shakespeare derrama amor, pasión, prudencia y sin razón en esta obra a través de Romeo y Julieta, pero limita sus sinsentidos para darle mayor realce a la relación, “pues la excesiva dulcedumbre de la miel empalaga al labio”. 

La historia en bien conocida por todos de manera directa o indirecta, así que en esta entrada me dedicaré a hacer énfasis en un punto que me pareció bastante interesante: la dicotomía y equilibrio entre el amor endeble, mudable y sin razón de Romeo y el amor prudente de Julieta.

Luego entonces, empecemos por atacar al joven Montesco:

ROMEO no es de mis personajes favoritos y cuando recuerdo como actuó durante toda la novela no puedo sino llamarlo estentóreamente: ¡INGENUO PARVULITO IMBERBE, CONSENTIDO Y TEMPERAMENTAL! En él todo es pasión y nada de razón; al principio,ama desaforadamente a Rosalía, vive y muere de amor por ella, pero en cuanto se encuentra con Julieta por primera vez, olvida por completo a ese amor que tantas penas y alegrías le causaba. Afortunadamente Rosalía se salva de vivir con aquel niño temperamental y por desgracia, Julieta se lo encuentra en el camino.  

Evidentemente, Romeo  es un niño jugando al amor, está lejos de un Rhett Buttler o un Juan de Kierkegaard, ESTOS SÍ QUE SON HOMBRES, VIRILES, INTELIGENTES, AUDACES, CABALLEROSOS Y PENSANTES que controlan y saben  llevar cualquier situación hasta el punto de que sus respectivas mujeres no saben cómo ni cuándo pero han sido acariciadas por un amor que las ha envuelto y cautivado con sus telas más tersas y finas.  

Romeo juega con las mariposas del amor y al querer conocerlas más  les rompe sus alas y al verlas muertas o al encontrar una más bella, simplemente se va y se divierte con su nuevo juguete.  Romeo es sólo pasión, ligereza, intención y  locura mal llevada sin nada de razón, tan es así que el mismo Fray Lorenzo le reprocha esa frivolidad:

¡Qué pronto olvidaste a Rosalía, en quien cifrabas antes tu cariño! El amor de los jóvenes nace de los ojos y no del corazón. ¡Cuánto lloraste por Rosalía! Y ahora tanto amor y tanto enojo se ha disipado como el eco. Aún no ha disipado el sol los vapores de tu llanto. Aún resuenan en mis oídos tus quejas. Aún se ven en tu rostro las huellas de antiguas lágrimas. ¿No decías que era más bella y gentil que ninguna? Y ahora te has mudado. ¡Y luego acusáis de inconstantes a las mujeres! ¿Cómo buscáis firmeza en ellas, si vosotros les dais el ejemplo de olvidar?  

¡Ah! Pero en toda relación debe haber cierto equilibrio y si Romeo es un ingenuo parvulito, JULIETA ES TODA UNA MUJER A SUS TRECE AÑOS. Ama y entrega su corazón con prudente pasión ELLA SÍ PIENSA, RAZONA, CUIDA Y TIENTA EL AMOR QUE LE PREDICA AQUÉL para asegurarse que sus intenciones son ciertas y que las declaraciones hechas no se quedarán en simples palabras sino en hechos constantes y sonantes, el carácter de ambos se ve reflejado en el siguiente pasaje:  

JULIETA: Si el manto de la noche no me cubriera, el rubor de virgen subiría a mis mejillas, recordando las palabras que esta noche me has oído. En vano quisiera corregirlas o desmentirlas… ¡Resistencias vanas! ¿Me amas? Sé que me dirás que sí, y que yo lo creeré.  Y sin embargo, podrías faltar a tu juramento, porque dicen que Jove se ríe de los perjuros de los amantes. Si me amas de veras, Rome, dilo con sinceridad, y  si me tienes por fácil y rendida al primer ruego, dímero también, para que me ponga esquiva y ceñuda, y así tengas que rogarme. Mucho te quiero, Montesco, mucho, y no me tengas por liviana, antes he de ser más firme y constante que aquellas que parecen desdeñosas porque son astutas. Te confesaré que más disimulo hubiera guardado contigo,  si no me hubieses oído aquellas palabras  que, sin pensarlo yo, re revelaron todo el ardor de mi corazón. Perdóname, y no juzgues ligereza este rendirme tan pronto. La soledad de la noche lo ha hecho.
ROMEO: Júrote, amada mía, por los rayos de la luna que platean la copa de estos árboles…
JULIETA: No jures por la luna que en su rápido movimiento cambia de aspecto cada mes. No vayas a imitar su inconstancia.
ROMEO: ¿Pues por quién juraré?
JULIETA: No hagas ningún juramento. Si acaso, jura por ti mismo, por tu persona que es el dios que adoro y en quien he de creer.
ROMEO: ¡Ojalá que el fuego de mi amor…!
JULIETA: No jures. Aunque me llene de alegría el verte, no quiero esta noche oír tales promesas que parecen violentas y demasiado rápidas. Son como el rayo que se extingue, apenas aparece. Aléjate ahora: quizá cuando vuelvas haya llegado a abrirse, animado por las brisas del estío, el capullo de esta flor. Adiós, ¡y ojalá aliente tu pecho en tan dulce calma como el mío!

No obstante mis vituperios y loas, creo que ese amor ligero e insensato de Romeo y la pasión prudente de Julieta, son rasgos imprescindibles en esta obra del Bardo de Avon  que dan  mayores bríos a una de sus obras inmortales.  

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