DIÓGENES Y ALEJANDRO*

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Por Cristian Miguel Acosta García.



Canta, oh Musa celestial, el último coloquio en el Olimpo entre las almas de aquel que superó en proezas a su padre Filipo II, fue alumno del Estagirita, lloró por no tener reinos que conquistar y murió antes de cumplir 33 años con la de aquel kyon[1]  griego que halagaba a los que dan, ladraba a los que no dan y a los malos mordía. 

¡Oh Diosa, hija de Zeus!, cuéntame aunque no sea más que una parte de tales cosas, invoco tu ayuda para mi atrevido canto; porque no pretendo ni puedo remontarme a la antigua Macedonia y mucho menos al Olimpo para intentar referir cosas y pláticas desconocidas hasta ahora. A ti, a quien ni el tiempo ni la extensión de los mundos ocultan nada a tu vista, instrúyeme en esta concepción. Ilumina lo que en mí es oscuro, eleva y sostén lo que está abatido, para que desde la elevación de este grande asunto pueda  dar nacimiento, con cierto dolor, a una última idea de Estado. [2]

Responde Musa ¿Cuáles eran sus formas, cómo inició el coloquio entre ambas?

Es así que ambas almas se encontraban en el Olimpo, separadas por una distancia corta y lejana a la vez propia de un espacio divino. Iskander Bey,[3] conocido así por los turcos, se observó por vez primera en su nueva y última esencia que difería en mucho de su antigua sombra, sus vicios y defectos físicos habían desaparecido, su piel era suave y tersa como el mármol de Paros,[4] la aspereza de sus miembros ocasionada por sus largas correrías por Sardes, Gordion, Gaugamela, Isos, Babilonia, Susa, Arbela, Persépolis y la lejana Bactria colindante con la India, eran sólo recuerdos. Sus ojos brillaban como dos soles y la fuerza y figura de sus miembros, eran solamente comparables con los de Hércules. ¡Más garbo y magno, era sólo posible ante los ojos del Demiurgo!

Diógenes por su parte, parecía encontrarse en un estado de letargo, su mirada era clara y pura, pero estaba perdido en una serie de elucubraciones poco confiables, su pelo enmarañado demostraba una vitalidad y resplandor inconmensurables, sus miembros, lastimados y mordidos en otras ocasiones por los perros griegos (tanto bípedos como cuadrúpedos), no mostraban ninguno de sus vicios, heridas y asperezas anteriores.


Además, por cierto privilegio otorgado sólo a los filósofos, se le permitió tener consigo su lámpara que tantas veces había usado para buscar hombres honestos; su tinaja, zurrón y báculo también lo acompañaban. Su escenario era tan sencillo, bello y perfecto que el Diógenes de Jean-León Gérôme no es más que un boceto comparado con la magnificencia de aquél.

En este escenario Alejandro fue el primero en reconocer al filósofo, pues la anaideia[5]  de Diógenes, aún en letargo, era mucho más visible en el Olimpo. Con paso apresurado el Conquistador, como en vida hiciera, se acercó nuevamente al filósofo para decirle:

- Filósofo nacido en Sinope, hijo de Hicesias y desterrado de tu ciudad natal por cambiar la moneda buena por la falsa al hacer caso a una predicción siempre ambigua del Oráculo de Delfos, habla conmigo el Magno Alejandro que ahora, en nuestra nueva esencia, me es imposible taparte los rayos del sol que calientan lo que eres, además, ahora ya no soy el Gran Conquistador Alejandro ni tú el filósofo temido y respetado, pues nuestros huesos, como los de mi padre, son iguales a los de un esclavo y ante esa igualdad de la que ahora nos ufanamos te pido una última audiencia.

- Inefable es nuestra nueva forma Alejandro y por primera vez hablas con honestidad de nuestra igualdad, pero dime ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿A qué se debe esta nueva solicitud?

-Filósofo de Sinope, claro está que en nuestra nueva forma el espacio y el tiempo nos son indistintos y podemos ahora, gracias a un regalo de los Dioses, ver el nacimiento, auge y evolución de aquello que era conocido por nosotros como civilización griega. Es verdaderamente triste para mí, ver como mi gran imperio construido en menos de tres lustros, será dividido, ultrajado y mancipado primero por mis Diáconos[6] y posteriormente por otras culturas. Ante este panorama, es que me permito preguntarte ¿qué es para ti la ciudad-Estado? ¿Qué es mi imperio? ¿En verdad vale la pena buscar la unidad e identidad de los hombres bajo las ideas de una cultura, lenguaje, educación y economía similar?

- Cierto es que una vez sin dueño esos animales bípedos y sin plumas, como los llamaría ese idiota de Platón, lucharán por el poder de tu reino, pero no puedes esperar nada más, pues hombres no son y honestos, mucho menos; están apegados a las riquezas, a los bienes, viven de placeres, idolatran los honores, los dominan sus deseos, fingen, son vanidosos, se autoengañan y buscan un ascenso social peleando por los huesos de tu imperio. En pocas palabras, necesitan sin necesitar y viven sin pensar en vivir bien.  

- Hablas con la parresía[7] propia de un cínico Diógenes, mis Diáconos son deshonestos, vulgares y traidores, pues muy a mi pesar e impotente ante los hilos del destino, matarán a mi madre Olimpia, a Roxana mi esposa, a mi hijo Alejandro IV que aún no ha nacido y a mis medios hermanos.

- ¡Hipócrita, eres el claro ejemplo de la estupidez humana! No cabe duda que aún no te desprendes de todos tus vicios. ¡Víctima eres pero victimario fuiste! ¿Acaso has olvidado que con sólo veinte años mandaste a ejecutar a la segunda mujer de tu padre, a tu medio hermano y  a tu primo  Amintas II para que nadie te disputara el derecho al trono?

- Pero mis circunstancias eran diferentes yo…

- ¡Calla! ¡Querías hablar conmigo y ahora me escucharás! Además de asesinar por el poder, en tu vanidad, orgullo y deseo inconmensurable de gloria mundana te has hecho nombrar dios por las ciudades griegas, quienes dóciles ante el palo e infieles en la primera oportunidad, te han reconocido con tal carácter, sólo los muchachos de Lacedemonia han sido honorables a su estilo de vida y no te han reconocido como tal.


Pero dejemos a un lado las anatemas que te mereces y analicemos cómo esa falsa moneda de la costumbre conjugada con los vicios humanos afecta a las ciudades-Estado, a Ligas como la Aquea y la Etolia, a  la Confederación de Delos o a Imperios como el de Jerjes, Filipo o  el tuyo. Las cabezas de esas ciudades e imperios siempre luchan, codician y maldicen a sus compatriotas y a sus vecinos, apenas ven que alguien alcanza poder, lo detienen, atacan y conspiran con ayuda de los que antes eran enemigos y ahora, resultan compañeros ante una amenaza mayor.

Bajo tu mando la situación no cambió mucho que digamos, pues a la muerte de tu padre pensaron que la hegemonía de Macedonia terminaba con Filipo y que podían volver a sus peleas regulares; durante tus correrías orientales han creído que no volverías y algunas ciudades han conspirado para derrotarte y tus funcionarios han hecho negocios  lucrativos con tus bienes y tu muerte temprana en Babilonia, no fue obra de Zeus, sino a consecuencia del  hastío, envidia y ambición de tus generales.

¡Es por eso, “mi alabado Dios muerto”, que no es propio de la naturaleza humana gobernar uno sobre otro! Las ciudades-Estado y los imperios son falsas monedas creadas por la costumbre y vicios humanos ¡Somos ciudadanos del mundo y como tales debemos vivir!


Requerimos hombres virtuosos que supriman las necesidades, vivan de manera natural y austera, aprecien las privaciones, desprecien las convenciones de la vida social y desconfíen de las filosofías refinadas, recuerda que los dioses nos han otorgado una vida fácil, pero la mayoría de esos que se dicen hombres, la han olvidado en la búsqueda de exquisiteces banales.

Sólo la república natural es buena en el mundo Alejandro, ahí donde el hombre tiene la libertad en el decir, donde las mujeres y los hijos son comunes sin tener en cuenta el matrimonio, donde se pueda tomar cosas de los templos, comer de todos los animales y aún la carne humana, pues todas las cosas están unas en otras, y entre sí se participan, ahí y sólo ahí, el hombre podrá alcanzar la virtud y la felicidad plena.

La ciudad son los ciudadanos Alejandro y, evidentemente, regularemos la vida en común por las normas que dicte la autarquía; la autosuficiencia personal de los ciudadanos sabios, que se basten a sí mismos para ser felices y compartan con los demás esa felicidad, que halaguen a los virtuosos, ladren ante los vicios y a los malos ciudadanos muerdan con la honestidad. Esa será nuestra única regulación.


De muchas otros temas hablaron Alejandro y Diógenes, pues sin tiempo y espacio que los limitara fueron capaces de platicar libremente, pero la Musa siempre caprichosa e irritada ante mis precarias libaciones y la especificidad de mis requerimientos, me ha abandonado en este momento y el conocimiento completo de dicho coloquio tendrá que ser propuesto para otra ocasión.


* Un agradecimiento especial a la Licenciada Mitzy Liliana Miranda Almazán quien realizó una serie de observaciones siempre atinadas para darle un poco de calidad a este cuento. 
[1] Kyon o perro en griego era la denominación que se le daba a los cínicos, pues se consideraba que su comportamiento natural y despreocupado por las cosas materiales era similar a la de los perros. También se menciona que Antístenes, el fundador de la escuela cínica, solía enseñar en un gimnasio llamado Cinosarges, que significa perro blanco o perro veloz.
[2] Los primeros párrafos de este cuento no son más que un pequeño homenaje a las epopeyas Homéricas y al poeta inglés John Milton en su “epopeya satánica” de El paraíso perdido.
[3] Castriota era la tierra natal de los antepasados maternos de Alejandro Magno, y era llamada por los turcos, Iskander Bey (Señor Alejandro), que posteriormente se corrompió en Scanderberg.
[4] Tipo de mármol de grano fino, semitranslúcido y de un color blanco puro que se extraía de la isla griega de Paros durante la época clásica helena de la antigüedad. Era un mármol muy apreciado y valorado para realizar esculturas.
[5] Palabra griega cuyo significado es desvergüenza, provocación o irreverencia.
[6] Grupo de generales preparados por Alejandro, decididos, capaces, ambiciosos y sin deseos de que otro ocupase una posición de supremacía. No eran menos de 34 personas quienes tenían en poder en los vastos imperios de Alejandro. A estos generales también se les conoció como Diáconos, que significa sucesores.
[7] Franqueza al hablar

10 comentarios

  1. !Oh mi Gran Dios muerto! como se refiere este polémico Filosofo ante Alejandro el Grande, Diógenes ; percibe la vida entre iguales como se lo hace notar en el dialogo que estos dos sostienen ;donde este Filosofo (en lo particular para mi Grandilocuente)aun sabiendo quien es Alejandro , sin temor alguno le hace notar,sus errores, llamándolo Hipócrita como ningún otro pudiera haberlo hecho, eh incluso haciéndole callar para darle una lección de que aun siendo poderoso y habiendo conquistado tantas tierras seria traicionado por sus propios Generales sin poder hacer nada. Dándole su punto de vista sobre la Cidad-Estado y donde se ubica cada cual.
    A mi parecer , creo que Alejandro , después de el dialogo sostenido con Diogenes, es que (Reflexión):Al final de su vida ordena tres deseos de como sera su sepultura; diciendo que los médicos de la época cargaran su ataúd,ya que de ellos no depende la muerte, que todos sus tesoros conquistados sean esparcidos por donde el pasara hasta su tumba ya que al morir no nos llevaremos nada y por ultimo sus manos queden expuestas de su ataúd elevadas al cielo como símbolo de que "llegamos con las manos vacías,y con las manos vacías partimos"
    A opinión propia , mas que excelente es Magnifico. Gracias Licenciado por compartirnos sus escritos y pensamientos pero sobre todo su gran sensibilidad Humana.

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  2. Antes de comenzar el análisis, cabe destacar el gran carácter literario y simbólico de la lectura, que logra la transmisión de una temática particular al lector, y además lo hace de manera más elaborada y no tan explícita, lo que requiere un leedor más activo para comprender sus argumentos. La lectura relata un diálogo entre Alejandro Magno y Diógenes, ambos ubicados en el Olimpo o mundo celestial de los griegos; existe un aleccionamiento filosófico por parte del filósofo hacia el gran conquistador.
    El lenguaje utilizado es bastante descriptivo y hace abundante uso de las figuras retóricas, tanto en los diálogos como en la narración al comienzo de la historia. Bien, más importante es el mensaje de la obra, que ilustra de forma peculiar la esencia de la filosofía cínica de Diógenes. Desde el momento que Alejandro reconoce que ya no es el Gran Conquistador asume la figura de la igualdad humana que Diógenes predicaba, algo que el filósofo esclarecía al ejemplificar que los huesos de un rey terminan confundiéndose con los de un esclavo. Después de lo anterior, Diógenes y su gran saber le instruyen a Alejandro con respecto a los vicios que los humanos, incluido el Rey macedonio, llevan a cabo en su intento de “vivir bien”.
    El filósofo de Sinope le enseña a Alejandro diversos preceptos acerca de la inmoralidad de los Diáconos, los generales de quien fuera el Gran Conquistador. El cínico le dice a Alejandro que sus generales fueron ambiciosos, engañosos y vanidosos; pero también expresa fuertemente su desagrado con la propia actitud de su interlocutor, porque al juicio del filósofo él mismo cayó en la perpetración los mismos desagravios de los que fue víctima. Después del duro sermón dado a Alejandro, Diógenes habla acerca de las constantes luchas de poder que se dan en el seno de las ciudades e imperios, así como fuera de ellos; una muestra más de que los hombres no son capaces de convivir sin afectar a otros con sus pretensiones.
    Finalmente el filósofo aborda la necesidad de que existan hombres virtuosos que sean capaces de optar por alejarse de los placeres banales, y así favorecer la convivencia humana en un modelo sociopolítico que él llama “república natural”; que es de carácter autárquico, honesto e incluso libertino, sin dejar castigar a los malos ciudadanos que no se conformen con ser autosuficientes y felices con lo “necesario”.
    En conclusión, el texto está increíblemente bien estructurado, se muestra un manejo excepcional del lenguaje y sobre todo, la ejemplificación y adaptación de la filosofía cínica es bastante clara y precisa. Pienso que lecturas de naturaleza literaria, como ésta, son de gran utilidad para la comprensión y el reforzamiento del aprendizaje teórico de corrientes filosóficas y políticas.

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  3. Deberíamos aprender a vivir como Diógenes, por que además de no necesitar muchas cosas para sobrevir era muy sábio! talvez así podríamos como dice él dejar de buscar exquiciteces banales y también dejar de competir entre nosotros mismos por ver quién tiene más o quién menos.
    "...los hombres no son honestos, idolatran los honores, estan apegados a las riquezas, los dominan sus deseos, fingen, son vanidosos, se autoengañan y buscan un asenso social..."
    Necesitamos sin necesitar y vivimos sin pensar en vivir bien!!!

    Después que ha pasado tanto tiempo de que se dijeron estas palabras seguimos siendo así?

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  4. Es una conversación sin hipocresías donde se dicen verdades que duelen pero que hacen razón a la persona dirigida en este caso Alejandro magno acepto sus errores cuando se los hiso ver Diógenes.

    Al leer al cuento de DIÓGENES Y ALEJANDRO siempre hay algo que tomar pero no todo hay que seguir, como en el caso de Diógenes que el hacía muchas cosas que en lo personal no estoy de acuerdo como ejemplo de llegar a comer carne humana por que según para él hacer esto es llegar a la libertad.

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  6. Me agrada el pensamiento de Diogenes... mas no lo comparto ya que sin dinero y sin un estatus social la vida no seria vida (con esto me refiero que no habría una ambición de conocimiento ni metas de superación personal y social) la vida social debe de haber variedad en cuanto conocimiento, formas de vida , formas de pensar: para que así el ignorante aprenda del sabio, el pobre, alcance o al rico. Estoy de acuerdo que las cosas materiales no son la felicidad pero vivir en un barril? platicando con mis amigos eh llegado a la conclusión que si la gente no ambiciona con propiedad no existirían hospitales gobiernos; y si Diogenes se hubiera enfermado a donde hubiera acudido, a lo mejor mi pensamiento esta un poco divagando pero que mas da, Diogenes es un grande eso no lo discuto pero no me gustaría ser el.

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  7. Es dificil saber si lo que le plantea Diogenes a Alexander acerca de la unica forma en que el hombre puede alcanzar una vida plenamente feliz es cierta.

    Si usamos el uso de nuestra razòn podemos afirmar que es logicamente cierto, solo imagina que las unicas necesidades que tu quieres obtener simplemente son necesidades primarias como el alimento, agua y nuestra propia esencia de tal modo no vas a tener que perjudicar ni a ati ni a terceros ya que tienes lo necesario y deseado.

    Pero lo que he estudiado de la historia de nuestro mundo, sus logros y decadencias se deben a esta necesidad generada innecesariamente por eso ya nos hemos enganchado mas y mas en esta costumbre de sociedad que hemos llevado a cabo

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  8. Me gusto su entrada, a pesar de no gustarme el lenguaje tipo poético me fue entendible este texto en el que Alejandro es cautivado por el filosofo Diogenes.

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  9. A mi punto de vista Alejandro , se da que cuenta que ni con todo su poder y el gran conquistador que era pudo evitar la traición y mucho menos la muerte ya que platicando con Diogenes, quien ante el se ven como iguales en el Olimpo.Nos damos cuenta de que vivimos hoy en día a apegados a las cosas materiales y necesitamos sin necesitar, viviendo sin pensar en llevar una vida digna, ya que siempre estamos buscando excentricidades banales y compitiendo entre nosotros mismos en la lucha constante por ver quien tiene mas.
    Me parece Diogenes una persona , sana , sabia y equilibrada y es algo que tenemos que aprender de el.

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  10. Increíble es la fuerza que abraza el discurso de Diógenes. Concuerdo en algunos aspectos; el hombre en éste mundo tan viciado, busca incontrolablemente las exquisiteces banales: "necesitan sin necesitar y viven sin pensar en vivir bien", deberíamos halagar a los virtuosos, ladrar a los vicios y morder con honestidad a los malos ciudadanos. Me parece correcta ésta concepción, sin embargo, al vernos acostumbrados al mundo banal, donde experimentamos todo lo contrario, se vuelve una situación en mucho compleja.

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