Prometeo o sobre otro eterno retorno

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“A Prometeo abundante en recursos le ató con irrompibles ligaduras, dolorosas cadenas, que metió a través de una columna y lanzó sobre él su águila de amplias alas. Ésta le comía el hígado inmortal y aquél durante la noche crecía por todas partes en la misma proporción que durante el día devoraba el ave de amplias alas. La mató Heracles, ilustre hijo de Alcmena de bellos tobillos y libró de su horrible tormento al Japentónida, dando fin a sus inquietudes no sin el consentimiento de Zeus Olímpico que reina en las alturas, sino para que la fama de Heracles, nacido en Tebas, fuera mayor todavía que antes sobre la tierra fecunda.
Por esos anhelos favorecía a su muy ilustre hijo y, aunque irritado, calmó la cólera que antes tenía desde que Prometeo combatió la voluntad del muy poderoso Cronión”
Teogonía, Hesido.

Prometeo forma parte de la tercera generación de Dioses, hijo de Jápeto y Clímenea y se le califica como “sútil, de variadas astucias”,“astuto falaz”, “mañoso y astuto” “el más ilustre de los dioses”, “conocedor de los designios sobre todas las cosas”; simbólicamente es la representación de una inconmensurable sabiduría o de la liberación del hombre.

Así, prima faccie Prometeo representa rebeldía, valor y fortaleza para retar los esquemas previamente establecidos, es un símbolo de liberación con el que nos gusta satisfacer nuestra necesidad de ciencia y saber, ¿qué importa que esté encadenado si antes fue portador del fuego? ¿cuántas veces no se ha sentido con la fuerza y potencia de enfrentar cualquier viscitud por la pura energia o fuerza del sentimiento y pensamiento interconectado? ¿cuántas veces ha pensado que no se le ha regalado nada o que es usted digno portador de los méritos alcanzados?



Uno de los primeros “rebeldes” de la cultura occidental es represantado a través de Prometeo, ese titán que se enfrentó a los dioses para robarles el fuego, símbolo de la sabidura y de la ciencia para entregarlos a los hombres. Nuestro titán es concebido como un símbolo capaz de enfrentar a los dioses para dar a los hombres el fuego, la luz, la ciencia necesaría para ser libres ¡Viva Prometeo!... Podríamos arengar como en cualquier otro momento de rebeldía o revolución… sin embargo, caeríamos en un vituperio propio de junventud no de edad, sino de núbil pensamiento, si consumimos la figura de Prometeo en un mero portador de luz, rebelde y altivo.

En efecto, Prometeo, por sí mismo constituye uno de los primeros  portadores de luz de la cultura occidental, pero cometeríamos un error fundamental al pensar que el ejercicio de esa libertad concluye con un ejercicio arrogante del mismo en el que se alegue que no se debe nada, pues así como la Íliada representa la edad juvenil de Homero y la Odisea representa una edad de madurez, Prometeo no sólo es portador de fuego sino que es encadenado y, posteriormente, liberado.

Un poco de etimologías.

Con este prolegomeno (que esperamos sea interiozado), abordemos el  significado etimológico de Prometeo  que entraña en sí mismo un contenido relevante: el prefijo pro, significa “antes”,  de esta manera podemos entender conceptos como proemio, prolegómeno, prótesis, propenso que tienen como común denominador una actividad previa; mientras que; mitis, significa sabiduría, pensamiento, invención o educación, por lo que etimológicamente hablando Prometeo, es el que piensa con anticipación antes de actuar y por lo tanto, el que puede ver más allá de lo mediato.  ¿Qué tanto piensa usted querido lector antes de actuar? ¿Qué tanto puede controlar las circunstancias en las que usted mismo se coloca?

Prometeo tiene un hermano que lo complementa,  Epimeteo, etimologicamente tiene como prefijo en su nombre epi, que significa sobre, encima o después, nos permite dar significado a conceptos como epílogo o epíteto, como una recapitulación de acciones ya realizadas; y mitis, sabiduría, por lo que su nombre representa al que piensa después de actuar. En la Teogonía es descrito como “torpe, el que desde un principio fue la ruina para los hombres que se alimentan de pan”, así a contrario sensu, Epimeteo representa la inconmensurable estupidez o torpeza que existe en la naturaleza humana. 

Juntos, Epimeteo y Prometeo, según el Protágoras de Platón, son los encargados de dar facultades a todos los seres del universo, el primero repartía sin pensar y el segundo examinaba la labor realizada. De esta forma Epimeteo repartió todas las cualidades entre todos los seres, menos el hombre, al ver tal limitante, Prometeo robo a Hefesto y Atenea, el fuego y las artes para entregarlas a los mortales.

Prometeo y Epímeteo en su conjunto pueden considerarse como una representación simbólica similar a la del carro alado de Platón, una dualidad necesaria ante la cual deben tomarse decisiones por el auriga.

Un poco de filología

Desde el punto de vista filológico, el mito de Prometeo tiene diversas fuentes a saber: Apolodoro, Homero en la Odisea, Higinio, Fábula y La metamorfosis de Ovidio (Garibay, 2009) pero la primigenia, como el grueso de los mitos y deidades griegos y posteriormente latinos, encuentran su génesis en las obra de Hesíodo quien en La Teogonía y en los Trabajos y los Días establece el árbol genealógico de nuestro Titán, sus cualidades, sus hazañas, castigos y redención.
Otras fuentes relevantes las encontramos en Esquilo, que en su “Prometeo Encadenado” (la cual es la primera parte de una trilogía que concebía al titán en tres estadios: portador de fuego, encadenado y liberado (ponga atención lector en estos tres estadíos y busque no quedarse en el primero, pues aunque este liberado y vea la luz, ello no implica su total y absoluta liberación, creerlo sólo le llevara a la constante destrucción de su higado y lo que él representa). En su estadio liberado, Prometeo desarrolla el carácter altivo y retador del titán para con Zeus; en el Protágoras de Platón y  en las Aves de Aristofanes también se advierten referencias relevantes a este personaje.  


Los tres Prometeos

Así, los tres planos en los que debemos considerar a Prometeo simbolizan el devenir del hombre, que en su camino de liberación, pasa por los mismos estadios que nuestro titán:

1. Prometeo portador de luz.  Representado como un héroe que arrostra a la divinidad, lucha y pelea por alcanzar aquello que le está vedado a los hombres y roba, para beneficio de estos, el tan apreciado fuego, le enseña al hombre a controlarlo y le da las ciencias y las artes, por lo que estos elemento, no solo son símbolo de comodidad, sino de luz, sabiduría, ciencia y emancipación del mortal sobre su dios. Esquilo pone las siguientes palabras en boca del Titán (Esquilo, 2015):
“Pero oídme las penas que había entre los hombres y cómo a ellos, que anteriormente no estaban provistos de entendimiento, los transformé en seres dotados de inteligencia y en señores de sus afectos.
(...)
En un principio, aunque tenían visión, nada veía, y, a pesar de que oían, no oían nada, sino que, igual que fantasmas de sueño, durante su vida dilatada, todo lo iban amazando al azar... Todo lo hacían sin conocimiento, hasta que yo les enseñé los ortos y casos de las estrellas, cosa difícil de conocer. También el número, de esta invención, descubrí para ellos, y la unión de las letras en la escritura, donde se encierra la memoria de todo, artesana que es madre de las Musas... En Resumen, los mortales han recibido todas las artes de Prometeo.”
De esta forma, Prometeo representa nuestra rebeldía, nuestra independencia y emancipación de la divinidad y en la que, ante cualquier nueva afrenta, deber u obligación divina, nuestro Titán es capaz de enfrentar a los dioses y salir venturoso.

En este punto de reflexión cabría preguntarnos, cómo sería el portar esa luz, cuando se da un salto para liberar cadenas o vicios previamente establecidos y atisbamos luces como Saramago en su ensayo sobre la ceguera. ¿Se encuentra usted lector en este punto de tránsito? ¿Se siente usted con la capacidad de analizar y resolver usted absolutamente todo sin necesidad de un guía, de un apoyo? ¿Es un poder o un regalo previamente deliberado y otorgado? ¿Tiene usted la capacidad de ver su liberación y no ufanarse de su primera conquista?



2. Prometeo encadenado. La dicha y felicidad no son eternas para nuestro Titán y ante la afrenta realizada a los dioses, recibe castigos por sí mismo y a través de su hermano, reiterando que ambos personajes son la ejemplificación simbólica de los hombres sensatos y estupidos:

a.    Para la torpeza humana representada a través de Epimeteo, se entrega como castigo “todos los dones” en forma de un “bello mal” en el que todas las desgracias están presentes y en las que de una u otra forma, atendiendo a esa dualidad propia del ser humano, nos refocilamos en una o más ocasiones en nuestras pasiones y en nuestros vicios.

b.    Por otro lado, si bien el hombre accede a la ciencia, a la técnica y a las artes gracias al robo del fuego, este saber y conciencia de sus capacidades implican procesos difíciles y dolorosos aparejados con la independencia, reflexión y conciencia de sí mismo; cuando se alcanzan, parecen victorias inobjetables que le permiten al hombre ufanarse de su capacidad, de su sapiencia y de la posibilidad de ver aquello que antes no veía.

No obstante, a pesar de su sabiduria, a pesar de su inteligencia, y debido a su rebeldía, terquedad, su  fulgurosa vanidad, su trémula prudencia es encadenado por Hefesto con ayuda de “La Fuerza y la Violencia” y es condenado a vivir ciclicamente un castigo permanente, así, mientras Prometeo niega a la divinidad, sufre la visita del Águila que devora sus entrañas.

Ante tales adversidades en la tragedia de Esquilo, el Océano le aconseja lo siguiente:

 “Vamos, infeliz, depón la cólera que ahora tienes y ponte a buscar la liberación de estos sufrimientos... penas de esta clase suelen ser el fruto de una lengua en exceso altanera. Nunca, hasta la fecha, has sido humilde, ni tampoco cedes ante la desgracia, sino que quieres agregar otros nuevos a los males presentes” (Esquilo, 2015).

En otras palabras, Prometeo o el hombre sabio, puede vanagloriarse, ser soberbio y establecer que su saber, su ciencia y su técnica lo hacen invencible, pero en ello niega su propia naturaleza sin alcanzar la armonía y proporción en el ejercicio de la virtud y el reconocimiento de la divinidad que lo liberan del plano material y le permiten ser honroso y humilde portador de ese saber. 

A manera de reflexión, cabría preguntarnos, en cuántas ocasiones los vicios y las pasiones guías nuestars acciones, en cuántas ocasiones actuamos y pensamos con posterioridad y en cuantas otras, tenemos la capacidad y la prudencia de pensar antes de actuar ¿cómo ejerce su sabiduría querido lector?


3. Prometeo liberado. Lo interesante y bello del mito de Prometeo radica en que, a pesar de la existencia de la rebeldía, el enfrentamiento, la vanidad y la constante lucha ficticia entre lo humano y lo divino, nuestro personaje no puede liberarse de sus vicios e inconsistencias sino hasta que, con ayuda de un semidios, que representa la virtud,  puede reconciliarse con la divinidad y con la humanidad misma.



Por ello, querido lector, no crea que tiene usted visión si nada ve, no crea que escucha si nada oye, pues a pesar de ser portador de fuego, su visión puede resultar limitada, precoz y altanera, reflexione pues amigo mío, inclusive aplicable al que escribe.

En conclusión, ante esos tres estadíos cabría reflexionar frente al espejo querido lector, sin miramientos, sin miedos y con una honestidad: ¿en que estadio de Prometeo se encuentra su evolución? ¿Es usted un Prometeo portador de fuego altanero? ¿Sufre con su higado las consecuencias de las decisiones previamente tomadas o ya ha sido capaz de encontrar esa armonía prudente?

Vea usted que Prometeo, representa en sus diversos estadios, la naturaleza propia del  hombre libre: portador de fuego y encadenado, nos refiere al hombre racional, sapiente y soberbio que se ufana de controlar las artes y ciencias y que, en palabras del Eclesiástes se trata simplemente de la “vanidad de vanidades” en las que desarrolla su corta estancia material.  

Liberado, representa al hombre sabio y prudente que busca la armonía entre lo material, lo espiritual y lo divino y es conocedor de que aquello de lo que se jactaba y contra lo que se rebelaba no es sino una falsa lucha entre las partes de un todo. Por ello, sólo cuando acepta con humildad esos estadíos y su interconexión, es capaz de alcanzar la armonía y proporción y se constituye como un digno portador del fuego en el que conjuga y aplica todo aquello por lo que ha trabajado, reconociendo y aceptando tanto su capacidad material pero también divina.

Ergo  reflexione usted y actué en consecuencia, recuerde querido lector que aunque tenga visión, puede no ver y, a pesar de que escuche, puede no escuchar nada, no se consuma usted como Sémele no vaya a vivir en otro eterno retorno.

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