Tersites y Odiseo

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La presente entrada tiene por teleología, poner en relieve las relaciones sociales existentes entre los antigüos griegos y los derechos y obligaciones entre súbditos y reyes, pues nosotros, como herederos de la cultura greco-latina, basamos nuestra historia y nuestro modo de ser en tales civilizaciones. 

Para tal referencia acudiremos al primer poeta que imitó las acciones bellas a través de himnos.[1] En el canto II de la Iliada,[2] Homero nos proporciona un  pasaje ejemplificador; cuando Tersites, guerrero no aristocrático llegado a Ilión, de rasgos feos, patizambo y cojo de una pierna, con hombros encorvados y contraídos sobre el pecho y con cabeza picuda llegado a Ilión, “grazna” a Agamenón el retiro de la guerra:

“¡Atrida! ¿De qué te quejas otra vez y de qué careces’ Llenas están tus tiendas de bronce, y muchas mujeres hay en tus tiendas para ti reservadas, que los aqueos te damos antes que a nadie cuando una ciudadela saqueamos. ¿Es que aún necesitas también el oro que te traiga alguno de los troyanos, domadores de caballos, de Ilion como rescate por el hijo que hayamos traído atado yo u otro de los aqueos, o una mujer joven, para unirte con ella en el amor, y a la que tú sólo retengas lejos? No está bien que quien es el jefe arruine a los hijos de los aqueos. ¡Blandos ruines baldones, aqueas, que ya no aqueos! A casa, sí, regresemos con las naves, y dejemos a éste aquí mismo en Troya digerir el botín, para que así vea si nosotros contribuimos  o no en algo con nuestra ayuda quien también ahora a Aquiles, varón muy superior a él, ha deshonrado y quitado el botón y lo retiene en su poder. Mas no hay ira en las mientes de Aquiles, sino indulgencia; sino, Atrida, ésta de ahora habría sido tu última afrenta.”

Así habló recriminando a Agamenón, pastor de huestes, Tersites. A su lado pronto se plantó el divino Ulises y, mirándolo con torva faz, le amonestó con duras palabras:
“Tersites, parlanchín sin juicio! Aun siendo sonoro orador, modérate y no pretendas disputar tú solo con los reyes. Pues te aseguro que no hay otro mortal más vil que tú de cuantos juntos con los Atridas vinieron al pie de Ilion. Por eso no deberías poner el nombre de los reyes en la boca ni proferir injurias ni acechar la ocasión para regresar. Ni siquiera aún sabemos con certeza como acabará esta empresa, si volveremos los hijos de los aqueos con suerte o con desdicha. Por eso ahora el Atrida Agamenón, pastor de huestes, injurias sentado, porque muchas cosas le dan los héroes dánaos. Y tú pronuncias mofas en la asamblea. Mas te voy a decir algo, y eso también quedará cumplido: si vuelvo a encontrarte desvariando como en este momento, ya no tendría entonces Ulises la cabeza sobre los hombros ni sería ya llamado padre de Telémaco, si yo no te cojo y te arranco la ropa, la capa y la túnica que cubren tus vergüenzas,[3] y te echo llorando a las veloces naves fuera de la asamblea, apaleado con ignominiosos golpes.”
Así  habló, y con el cetro la espalda y los hombros le golpeó. Se encorvó, y una lozana lágrima se le escurrió. Un cardenal sanguinoliento le brotó en la espalda por obra del áureo cetro, y se sentó y cobró miedo. Dolorido y con la mirada perdida, se enjugó el llanto. Y los demás, aun afligidos, se echaron a reír de alegría.[4]


Si bien es cierto que para los griegos la separación entre la organización colectiva y la sociedad no existía y no se llegó a subjetivar a la polis,[5]  también lo es que del pasaje anterior se coligen dos jerarquías sociales una de reyes con igual jerarquía y unidos por un fin común[6] atendiendo al juramento hecho ante el rey Tindáreo de Esparta y otra de sirvientes. El único personaje perteneciente a la segunda categoría señalado en la Ilíada es Tersites quien desde un inicio es descrito  como un hombre de rasgos feos y con un carácter débil.

Odiseo, en su calidad de rey de Ítaca, es el encargado de sancionar a aquél públicamente. En primer lugar, se le hace ver que no se encuentra al nivel de los reyes[7] y se hace acreedor a una doble sanción, tanto verbal como física y, en segundo lugar, es amenazado con sufrir un daño mucho mayor si vuelve a entrometerse en asuntos que no son de su incumbencia.

           No pasa desapercibido que el pasaje antes descrito nos remonta a un escenario de guerra, sin embargo, ello no nos impide conocer y acentuar la diferencia de grupos sociales en la Helade pre micénica y las relaciones sociales entre reyes y súbditos dentro de las polis, donde los segundos no contaban con el reconocimiento expreso de derechos y podían ser sancionados en su persona o en sus bienes a voluntad del rey.


[1] Cfr.  con ARISTÓTELES, Poética,  1448-b.
[2] Para el siglo XVII George Gronte en A history of Greece: From he time of solon to 430 b.c., se plantea la imposibilidad de acudir más allá de los primeros tiempos de la historia en la Ática temprana, pues consideraba algo muy obscuro a lo que sólo se podía acudir a través de dos fuentes: “ (1) the records of Oriental monarchs who came into contact with the Greek World, (2) the lays of contemporary poets – fail us almost entirely in dealing with Attica, and practically we find ourselves confined to the data of subsequent tradition. Of this kind of record we have practically nothing that received literary shape before the fifth century, and mucho of this information is derived from writers who were removed in time from the events they described at least as far as are present-day historians from the  Norman Conquest.” Sin embargo, arqueólogos como Heinrich Schliemann o Arthur Evans, nos  demostraron que el mundo de doxa a través de sus mitos y los poemas homéricos podían ser considerados como fuentes historiográficas idóneas para conocer, en parte, los orígenes, cultura y tradiciones de las polis de la Hélade y, con ello, adentrarnos a los orígenes de la cultura occidental. Para mayor referencia véase, GROTE, George, A history of Greece. From the Time of Solon to 430 B.C., New York,  Routledge. Taylos & Francis Group, 2001, p. 1- 14; FINLEY, Moses, Los griegos de la antigüedad,  6a edición, trad. García de la Mora, Barcelona, 1966,  p. 13-29, ASIMOV, Isaac, Los griegos: una gran aventura, 8a reinpresión, trad. de Néstor Míguez, Alianza Editorial, 2010, p. 7-17.
[3] Sobre los castigos corporales impuestos a Tersites y las amenazas de Odiseo, Kirk señala: “The leisurely expression continues, giving the impression that Odysseus is calmly, decisively and almost lovingly detailing the degrading treatment he would be prepared to dispense. The exposure of a man’s genitals (262) (except in the case of a young man slain in battle as Priam says at 22.71f.) is shameful, as the word… itself suggests. That would be even more so, no doubt, in the case of a deformed person like Thersites. Odysseus’ threat is violent an unusual; the epic tradition generally avoided genitals, and even among the multifarious wounds in battle the occur only once in the Iliad, when Adamas is hit by Meriones “between genitals and navel, most painful of all places”, lo que presupone en sí una afectación personal y moral en Tersites, pero, como es evidente, no tiene derecho a reclamar absolutamente nada de Odiseo o de los Átridas. Cfr. KIRK, Geoffrey Stephen, The Iliad: a commentary. Volume I: books 1-4, Great Britain, Cambridge University Press, 1987, p. 138-143
[4] II 225-270
[5] Véase, MEDINA-ALCOZ, Luis, La responsabilidad patrimonial por acto administrativo, España, Thomson-Civitas, 2005
[6] Recordemos que la Ilíada nos canta la cólera del pélida Aquiles, en primer lugar, contra Agamenón que lo despoja de su botín de guerra y, toda vez que se trata de dos reyes, la relación entre ambos resulta de iguales, por lo que Agamenón, no puede sino reconocer que ha cometido una injusticia contra uno de sus iguales y debe restituir a Aquiles aquello que le corresponde; cuestión muy diversa al trato que recibe Tersites que no es ningún aristócrata y por lo tanto puede ser socavado sin consecuencia alguna para los dirigentes. No obstante, Kirk establece una hipótesis diversa y señala que Tersites no era un personaje común sino un aristócrata que hablaba demasiado, un escandaloso, un parlanchín sin juicio, un sonoro orador: “He is the only character in the Iliad to lack both patronymic and place of origin –some minor characters are given only the one or the other, but he, who is not exactly minor, receives neither. This is usually taken to mean that he is a common soldier, a member of the “multitude”, or “people”, who are left unnamed by the poet. But that is not what Tersites himself claims at 231, for example, where he says he has captured Trojan prisoners and brought them back for ransoming, which is surely a feat for the “front fighters” or (named) nobility, with whom the poet is chiefly concerned. The division into aristocrats (or “outstanding men”, cf. 188) and the rest is in any case a rather loose one, and it seems more probable that the omission of both patronymic and city or region is permitted to open his mouth in assembly if he were a common soldier, except to roar approval or occasional dissent –from his noble and more fortunate peers. It is true that the Trojan Dolon, who is also ugly and evidently somewhat despised, is given a father by name, and is also said to be rich (10, 314-16); but then Thersites is worse than him, for he is ‘unmeasured in speech’. Cfr. KIRK, Geoffrey Stephen, The Iliad: a commentary. Volume I: books 1-4, Great Britain, Cambridge University Press, 1987, p. 138-143. Sea como fuere, lo trascedental de este pasaje  para los fines de nuestra investigación es mostrar las vejaciones físicas y verbales a las que es sometido Tersites por parte de Odiseo, como rey de Ítaca y del cual no puede ni reclama alguna indemnización, como bien podría haberlo hecho Aquiles, Agamenón o el mismo Príamo.
[7] Sea por la calidad de no pertenecer a la aristocracia o sea por sus acciones poco honrosas y vitupereantes.

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