Agora o sobre los sistemas de religación

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Tu aceptas lo que crees sin cuestionarlo… yo no puedo hacerlo”, con estas palabras la versión Hollywoodense de Hipatia de Alejandría, filósofa y maestra griega que destacó en materias como la astronomía y matemáticas durante el siglo V, rechaza ante un Obispo cristiano el ser bautizada bajo esa fe y con ello acepta su sentencia de muerte por cometer los delitos de paganismo y brujería.

La película Agora del español Alejandro Amenbar, me permite hablar de dos puntos que han sido motivo de discusión y análisis en nuestras clases: el primer de ellos es la religación a través de una serie de creencias y prácticas acerca de lo considerado como divino o sagrado, ya sea una religión politeísta como el paganismo del finales del siglo V, el judaísmo o el cristianismo; y, en segundo lugar, sobre la nítida diferencia entre la religión y la ciencia aunque prima facie ambas tengan como punto de partida las creencias en “algo”. 
Refiriéndonos al primer punto, establecemos como premisa que la religión nos da un punto de unión social, un volver a ligar la convivencia humana a través de mitos y ritos que son calificados como divinos o sagrados. 

Este producto de la técnica social humana puede llegar a ser un alivio para el alma y el espíritu al permitirnos creer en algo más después de esta vida, sin embargo, cuando los dirigentes de las religiones adquieren gran poder, pueden llegar a corromper el objetivo primordial de su fe.

Cuando se reprueba y ataca una fe diversa a la que se predica llegamos a extremos irracionales como el homicidio, la destrucción del saber humano y una constante e irreconciliable postura ante otras religiones o ante el pensamiento racional que permita la convivencia entre diferentes creencias.

¿Es la voluntad de Dios que israelitas y palestinos estén en una lucha que parece eterna? ¿Es voluntad divina que en EUA se predique por un pastor la intolerancia religiosa al quemar libros musulmanes? ¿Es razonable que un cristiano coma “el cuerpo y la sangre” de su salvador?¿Fue justificable que durante la Edad Media la Inquisición quemara el saber humano contenido en libros y que torturara y asesinara a quienes buscaban el saber científico tachándolos de brujos? ¿Es justificable que algunos musulmanes radicales hayan hecho chocar dos aviones contra las Torres gemelas por defender su religión? Evidentemente estamos ante ejemplos radicales que nos permiten afirmar que si bien la religión crea vínculos entre sus miembros también genera división y escisión si no existe un mínimo de racionalidad y tolerancia hacia otras creencias.

Ahora bien, para acercarnos al segundo punto de nuestro pequeño análisis, debemos recordar que la palabra religar, proviene del latín religare, cuyo significado es, volver a atar, ceñir más estrechamente y en esos términos tanto las diversas religiones sea budismo, cristianismo, judaísmo, islamismo, etc., como las ciencias exactas y sociales, incluida la Jurisprudencia, nos permiten realizar ciertas uniones y vínculos que afianzan nuestra convivencia humana si y sólo si, somos miembros de esa colectividad que predica y actúa a través de los mitos y ritos establecidos por cada una de esas religiones en sentido lato.

Sin embargo, atendiendo al significado actual de la palabra religión, entendido como el sistema de la actividad humana compuesto por creencias y prácticas acerca de lo considerado como divino o sagrado, tanto personales como colectivas, de tipo existencial, moral y espiritual, podemos afirmar que religión y ciencia recorren un caminos total y absolutamente diversos.

Lo anterior es así porque una vez que los mitos y ritos de una religión han sido establecidos mediante consenso, estos no pueden ser puestos en duda, son dogmas de vida que deben ser respetados y cumplidos sin dudar en su efectividad, no podemos poner en tela de juicio la naturaleza divina de Cristo, que María concibió sin macula alguna, que Jesús resucitó al tercer día y que si bien existe un Dios padre, Dios hijo y Dios Espíritu Santo, son uno mismo; es decir, estamos ante una serie de enunciados que escapan a toda razón y que son seguidos por fe.  

Por el otro lado, las ciencias sociales y  exactas, también establecen sus principios mediante consenso y en base a ellos, crean sus “mitos y ritos”, que si bien religan y crean una realidad determinada, permiten analizar, sistematizar, organizar, refutar y criticar los conocimientos previos dentro de un ciclo infinito que presupone cierta evolución.

Luego entonces, en el campo de las ciencias nos está permitido  cuestionarnos sobre la verdad o falsedad de sus enunciados o, en su caso, sobre su validez o invalidez, y por ende hemos podido dudar de la teoría geocéntrica de Ptolomeo, del iusnaturalismo como postura jurídica, sobre la naturaleza divina o evolutiva del homo sapiens, podemos preguntarnos si Plutón cumple o no las características de un planeta o podemos atacar la legalidad o constitucionalidad de una Ley que ha sido introducida en nuestro sistema jurídico.

Si las ciencias fueran consideradas como religión en sentido estricto, no nos estaría permitido poner en duda todo aquello que ha sido enunciado y que forma parte de nuestra realidad objetivada, seguiríamos creyendo que la tierra es plana y es el centro del universo, que el hombre sin necesidad de un proceso evolutivo es creación divina o que el derecho natural es el único que debe regir entre los seres humanos.

En fin, regresando a la versión hollywoodense de Hipatia de Alejandría, nuestra filósofa fue asesinada a manos de un grupo radical de cristianos que la consideró culpable del crimen de brujería y paganismo, pues nunca aceptó los dogmas cristianos y porque siempre tuvo la necesidad de cuestionarse lo que pasaba a su alrededor, aunque bien hubiera podido adoptar el pragmatismo del “eppur si muove” de Galileo.

Como corolario a todo lo anterior cabría preguntarnos bajo el tamiz de la razón ¿Es el Derecho una religión en sentido estricto o lato? 

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