Homicidio en masa de 72 indocumentados en el norte del país, dos personas fueron torturadas, decapitadas, castradas y colgadas en un puente de Nuevo León, el ejército dispara “accidentalmente” a un automóvil particular por no haberse detenido en el retén respectivo, Israelís e Islamitas aumentan hostilidades, coche bomba en Colombia, coche bomba en Tijuana, trata de personas un crimen que no ha podido ser erradicado, aumenta el robo de autos, un par de ladrones son linchados por una comunidad enfurecida, un drogadicto mata a una pareja, violencia y acoso sexual en el trabajo, crisis económica se verá agudizada por la nueva recesión en Estados Unidos, siete millones de jóvenes no estudian ni trabajan, indocumentados son vistos como delincuentes en Arizona, aumenta el número de pobres en el país, concentración de la riqueza en unas cuantas manos.
En síntesis: muerte, desempleo, crisis económica, terrorismo, desigualdad, pobreza, avaricia, miedo generalizado, desesperanza, pero ¿qué hacer ante un mundo que se desmorona ante nuestros ojos y donde la panacea que alivie esa tisis nunca será descubierta? ¿Cómo escapar de esa realidad y vivir en otra más humana?
En la película “La aldea” se plantea una solución utópica anacrónica retrasada doscientos años en el pasado para escapar de esos miasmas producidos por el dinero, la vanidad, la envidia, las drogas, la indiferencia al dolor ajeno y la falta de valores comunes, pues a través de una sociedad autosuficiente y cooperativista se promueve la dignidad humana, una escala de valores que favorecen la unidad familiar, la inocencia, la amabilidad y el amor entre muchas otras virtudes, además, conceptos como dinero y engaño se encuentran desprovistos de significados pues se refieren a cosas y conductas no existentes en su sociedad.
¿Te gustaría vivir aquí? El esquema parecería perfecto, sin embargo los miembros de esta comunidad, además de encontrarse religados por un sentido de pertenencia a ese grupo social detenido como en el Siglo XIX en pleno siglo XXI, comparten un miedo común a unos seres mitológicos denominados como “los innombrables” de gran altura, fuerza, con garras, capaces de desollar animales y matar a todo aquél que decida cruzar las fronteras de esa aldea.
El problema de los “innombrables” es que, como buenos seres mitológicos, son una creación humana, son botargas utilizadas por el consejo de mayores que tienen por finalidad infundir miedo en los pobladores para que estos nunca se atrevan a abandonar la aldea y continúen un estilo de vida lleno de virtudes.
En ese contexto cabría preguntarnos qué sería lo más conveniente: vivir con miedo a todos los vicios y defectos enumerados en primer término en una sociedad compleja, interconectada por las tecnologías de la información o vivir con miedo a seres del imaginario social dentro de un ambiente prospero, amable, inocente pero tajantemente excluido de algún contacto exterior.