Se argumenta que expandimos nuestra realidad con los mundos y aplicaciones virtuales, que expandimos nuestra realidad, que encontramos una nueva forma de convivir, de realizar negocios, de entender lo estético y lo cultural, estoy totalmente de acuerdo con ello, las realidades virtuales, las redes sociales y la mayoría de las aplicaciones y programas de internet, nos han facilitado la vida, nos permiten enterarnos de cuestiones y sucesos propios de personas que han formado parte de nuestra vida y de otras cuestiones que atañen a la cosa pública, nos permiten adquirir cierta cultura y estudiar e investigar sobre temas de nuestro interés.
Como complemento a esa vida lúdica, afectiva, emocional e intelectual, me parecen excelentes. Sin embargo, considero que las actividades virtuales, realizadas a través de internet pueden llegar a ser cien por cierto adictivas y alejarnos de nuestra primera y vital realidad, y como claro ejemplo de ello, he decidido citarme a mí mismo en un período vacacional. Lo bueno o malo en mi caso, es que después de cierto tiempo me siento asqueado de estar frente a la computadora y decido reintegrarme a mi primera realidad.
En pocas palabras, “Los mundos virtuales reflejan la realidad, se hace lo mismo que se hace en la realidad” Pero entonces ¿para que creamos mundos virtuales? ¿Para qué demonios quiero una segunda vida si la primera de ellas es muy corta como para pasar dieciocho horas a la semana frente a una computadora vistiendo y paseando a un avatar cuando yo, puedo vestirme, pasearme, respirar y mirar mi propia realidad? Y lo peor de todo ¡tengo que pagar por mantenerlo y darle cierto “status social” en esa segunda vida!