Estos últimos dos días he hecho uso del transporte público en el Estado de México y el Distrito Federal y debo admitir que las condiciones y calidad de los mismos han sufrido muchos cambios para bien desde que ese era mi medio de transporte ordinario. En primer lugar, el Tren Suburbano que corre de Cuautitlán a Buena Vista es digno de un país del primer mundo, vagones amplios y cómodos, seguridad y rapidez (por lo general) es lo que caracteriza a este servicio, de la estación Lechería a Buenavista puedes hacer como mínimo diez minutos cuando anteriormente un trayecto de esa distancia llevaba más de una hora de recorrido y ocasionaba muchos dolores de cabeza y estrés.
Por su parte, tanto el metro como el metrobus son de gran utilidad y a precios verdaderamente accesibles, lo que me permite trasladarme desde Buenavista a cualquier punto de la ciudad por un costo de tres o cinco pesos dependiendo si elijo uno u otro medio de transporte.
En tales consideraciones, ante el aumento exponencial de la densidad demográfica del Valle de México, me parece plausible el uso y fomento de medios de transporte masivos que nos permitan trasladarnos de un lugar a otro sin generar caos vial ni tanta contaminación ambiental.
