Los días 28 y 29 de octubre tuve la oportunidad de asistir al Segundo Congreso Nacional sobre la Cultura de la Legalidad, Informática Jurídica y Derecho Informático que con bombo y platillo fue inaugurado por el Secretario de Gobernación en turno, el conjunto Bucarelli fue el lugar elegido y todo pintaba para ser un buen acercamiento a las novedades que diversos órganos de gobierno han implementado con la finalidad de optimizar sus recurso materiales y humanos en beneficio de los gobernados.
Para mi desgracia no fue tan bello y hermoso, el problema no estuvo en las conferencias, que variaron en calidad pero que dentro de ciertos parámetros fueron aceptables, sino en la poca cultura cívica de la mayoría de los dos mil asistentes a ese Congreso. En su mayoría eran personas recién ingresadas a la licenciatura y con los vicios propios de los preparatorianos se perdían en sus pláticas inocuas, reían sin parar, hacían chistes fuera de lugar, tiraban basura, fumaban en las esquinas, no dejaban escuchar, en fin, un sinnúmero de faltas que en más de una ocasión hicieron mella en los conferencistas y en mí mismo.
Ahora que escribo y releo estas líneas me parece hablar como un verdadero “grinch” social, pero rectificando sé que estoy en lo correcto, pues no era el lugar ni el momento para platicar, reír y fumar mientras que otra parte de los asistentes intentaba atender las conferencias. Pero mi problema no acabo ahí, sino que al final y después de intentar escuchar la voz de los panelistas y conferencistas entre la multitud de risas y gente parada, no me querían dar mi constancia por que según los organizadores ¡sólo había asistido a la inauguración! Ahhhhh terrible situación que me hizo enojar y sacar un poco de ese abogado tajante y decidido que llevo dentro.
En fin, pude rescatar algunas ideas de las que ya hablaré en otras entradas de mi blog, y termino ésta reflexionando que la retroalimentación hubiera sido mayor si aquellos niños recién ingresados a la universidad no hubieran asistido, o, en su caso, hubieran demostrado un poco de respeto y orden pero tal parece que nunca lo aprendieron en sus casas y mucho menos en la escuela.